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Una solución ancestral para el agua y para el beneficio de las comunidades de Lima

Por Aldo Cádenas: especialista en recursos hídricos, TNC Perú

La seguridad hídrica de grandes ciudades como Lima es cada vez más preocupante. En la actualidad, se reconoce que el problema hídrico debe abordarse desde una perspectiva más amplia que considere un enfoque territorial en donde las ciudades interactúan con su entorno.

El libro titulado  “Impacto de las Amunas en la Seguridad Hídrica” recientemente publicado con apoyo de la Fundación Caterpillar y de la Iniciativa Internacional de Protección del Clima, socio de la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua, busca dar a conocer la importancia de la recuperación de prácticas ancestrales para la infiltración de agua conocidas como amunas o estructuras amuneras.

La subcuenca Santa Eulalia es sin lugar a duda la fuente de agua más importante para Lima, ya que contribuye con el 53% de volumen anual disponible del río Rímac. Además, de conducir las aguas de trasvase de la cuenca Mantaro que contribuyen con el 62% de agua disponible y que se usa mayormente en época de estiaje, que en promedio dura más de 8 meses.

En virtud de la larga duración del periodo de escasez de lluvia es que los antiguos construyeron unos canales de infiltración que permiten retener el agua de lluvia y conducirla en lo alto de las montañas de forma que se favorece la infiltración del agua en el subsuelo y que de esta forma, se pueda almacenar y tenerla disponible para abastecer las necesidades en la época seca.

Lamentablemente, muchas de estas estructuras desaparecieron a lo largo de los años, otros se convirtieron en canales convencionales para riego, producto quizás de los cambios en la actividad económica y la migración del campo a la ciudad. Sin embargo, debido a la actual crisis climática, que se expresa en sequias extremas o lluvias intensas, estas estructuras han recobrado importancia por su ubicación estratégica y su bajo costo de recuperación. Ambos aspectos las convierte en una medida eficiente para la recarga de acuíferos que además permite la regulación de agua en la cuenca.  

El libro se basa en dos estudios que se realizaron el año 2019. El primero sobre un mapeo e identificación de amunas en la subcuenca Santa Eulalia y el segundo sobre un monitoreo hidrológico de la primera amuna recuperada en la comunidad de San Pedro de Casta. El estudio identificó 69.5 km de canales amuneros en 25 amunas distribuidos en la parte alta de subcuenca Santa Eulalia, los cuales se encuentran en diferente estado de conservación. De esta forma, se estimó una capacidad de volumen de almacenamiento en el acuífero de 3 millones de metros cúbicos.

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El estudio identificó 69.5 km de canales amuneros en 25 amunas distribuidos en la parte alta de subcuenca Santa Eulalia, los cuales se encuentran en diferente estado de conservación

Actualmente se han recuperado 10.5 km de canales amuneros en 6 amunas, con participación de actores como Aquafondo y se espera que otras iniciativas de recuperación empiecen pronto. Finalmente, se determinó un costo de 8 millones de soles para la recuperación de todas las amuna, lo que equivale a un costo promedio de 2.75 soles por metro cubico. Estas inversiones son más costo efectivo si se comparan con proyectos de infraestructura gris tipo la represa Autisha, ubicada en el río Santa Eulalia, la cual esta valorizada en 220 millones de soles para almacenar 27 millones de metros cúbicos, lo que equivale a un costo de 8.15 soles por metro cubico. En todo caso, las amunas pueden perfectamente complementar a las inversiones convencionales ubicadas aguas abajo.

El monitoreo hidrológico de la amuna Saywapata nos permitió describir, entre otros, el grado de eficiencia en la recarga del acuífero. Para ello se usaron equipos de medición y ensayo, lo cual generó información confiable y mejoró las condiciones de escasez de información que se tenían sobre los ecosistemas de alta montaña.

Los principales hallazgos fueron que la amuna se encuentra ubicada en una zona estratégica donde se produce la mayor infiltración de agua después de un evento de precipitación, retardando el flujo subsuperficial hacia la quebrada agua abajo y también facilitando la percolación hacia algún acuífero regional. Asimismo, se determinó una infiltración potencial de 88.7 litros por segundo por km, lo cual equivale a 225,800 metros cúbicos de agua infiltrada.

Finalmente, sobre el grado de conexión entre el agua infiltrada por la amuna y los manantiales ubicadas aguas abajo y cercanas a la quebrada, se identificó que existe una mayor concentración del trazador entre los 3 y 38 días después de arrojar el trazador, pero se supone que debe haber algún nivel de presencia días después. Por ello, se recomienda hacer un monitoreo de 6 meses por lo menos para determinar si efectivamente se encuentra un vínculo en los meses de estiaje como julio y agosto.  

Con base en lo anterior, concluimos que la recuperación de las amunas no solo debe ser tomada en consideración como estructuras de recarga artificial de acuíferos, sino también como estructuras que contribuyen a la gestión de riesgos agua abajo de la cuenca, tal como lo ocasionado por el fenómeno de El Niño Costero del 2017, que generó gran cantidad de arrastre de sedimentos, provocando huaycos e imposibilitando el tratamiento de agua potable para la ciudad de Lima.

Las amunas pueden ayudar a disminuir la escorrentía en la parte alta de cuenca y tienen un impacto económico positivo al contribuir a aumentar los ingresos económicos de las comunidades que están alrededor. Se emplea gran cantidad de mano de obra en el proceso de reconstrucción y mantenimiento anual. Cerca del 70% de los costos de la construcción de una amuna, corresponde al pago de mano de obra local, brindando un ayuda económico importante para los pobladores de la zona.

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